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me asusta de mí misma.
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Lo que permanece ahí es algo
diferente.
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Miedo, una angustia mortal, un temor
eterno.
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Al final llegará el día.
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Y además de tener miedo, me
avergüenzo.
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Pero como mi arrepentimiento no es
verdadero,
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tampoco lo es mi vergüenza.
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El miedo me tortura y me avergüenzo
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de ese juego de mentiras.
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Pero no me avergüenza mi
culpabilidad,
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al menos no lo suficiente.
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Y me mata no tenerla.
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Si todas las mujeres son así, es
horrible.
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Y si no son así, como espero,
entonces
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hay algo que no va bien en mi alma.
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Me falta el sentimiento verdadero.
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Ya me lo decía el viejo Niemayer
cuando apenas era una niña:
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"Lo más importante es el sentimiento
verdadero.
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Si uno lo tiene, no le pueden pasar
cosas malas, y si uno no lo tiene,
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se estará en peligro constante, y lo
que se llama el demonio,
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tendrá poder sobre nosotros. "
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Por el amor de Dios. ¿Será ese mi
caso?"
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Y apoyó la cabeza sobre los brazos y
lloró amargamente.
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Pensé que no ibas a mantener tu
palabra.
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Pero, Geert, claro que sí. Eso es lo
primero.
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No digas eso. Mantenerla siempre, es
demasiado.
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Y a veces no se puede.
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Recuerda, yo te esperaba en Kessin
por entonces,
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cuando alquilaste la casa, y no
apareciste.
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Sí, eso fue otra cosa.
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En realidad, nuestra vida en Berlín
no comenzó
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hasta que nos mudamos en abril.
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Por entonces acababa la temporada,
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apenas pudimos hacer nuestras
visitas,