Fanny och Alexander
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que al hombre lo rigen sus
necesidades.

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Cree que todo se puede comprar
y vender.

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El Sr. Ekdahl es hijo de uno de
los mejores artistas del país.

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A pesar de eso no ha aprendido
casi nada...

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de el poder ilimitado del espíritu
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sobre la materia.
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No es más que un triste Caliban,
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rastrero y de torpes manos.
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Tengo compasión por él.
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Mi estimado Carl, le agradezco su
respetuosa conversación.

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Siento no haber llegado a un
acuerdo.

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Intente decirle a su hermano
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no, nunca lo entendería...
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que hay gente que no tiene necesidad...
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que son indiferentes al dinero...
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que desprecian los lujos del mundo,
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que no les importa ser calumniados
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por que su conciencia está clara
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ante Dios todopoderoso.
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Ahora, regresando a las cartas,
de las que bien habló el Sr. Ekdahl.

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Déjenme jugar mi última carta.
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Discúlpenme un momento.
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¡Este hombre es el diablo!
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¿Has visto alguna vez semejante
sinvergüenza?

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- Si no te hubieras comportado así
- un idiota.

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Lo admito y me enferma.
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No, esa no es la palabra
Estoy apenado.

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- ¡Calla, ahí viene!
- Callaré.

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Querido Gustav Adolf.

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