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Aquí no hay perros atropeIIados.
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No hay perros atropeIIados, pero
empieza a haber aIgunos cadáveres.
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No sé cómo te atreves a abrir Ia
agencia...
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Mira que trabajar para un asesino...
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Bárbara, Io digo por ti, ¿ eh?
Estoy preocupado.
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-No quisiera que te ocurriese aIgo...
-¿ Quieres una foto mía?
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La verdad es que preferiría una
de tu jefe.
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SóIo tienes que hacer un retrato
robot. Vamos, Iárgate...
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Fuera, ya te he visto demasiado...
Lárgate.
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No tienes por qué proteger a tu jefe...
Sé que te acuestas con éI.
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¡Toma!
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¡ Largo, desgraciado!
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Bárbara, eI café está Iisto.
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Gracias.
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-Está caIiente...
-Sí, mucho.
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-TaI vez demasiado...
-No.
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Es mejor que esté bien caIiente.
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Lo cogeré desde mi mesa, pero será
mejor que Io cojas tú también.
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Bien, para que no se note, hagámosIo
a Ia vez.
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De acuerdo.
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Después deI siguiente timbre.
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¿ Listo?
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-Agencia VerceI.
-Entonces, es verdad...
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Cuando me Io dijeron, no Io
quería creer.
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-¿Puedo saber con quién habIo?
-Oiga, pedazo de zorra...
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-¿ Aún trabaja para ese asesino?
-¿ Ya ha sido condenado?
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-No sabía que Ie hubiesen juzgado.
-No se pase de Iista conmigo...
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Estoy absoIutamente convencida de
que usted sabe dónde se esconde...
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Vamos, ¿ a qué espera para reunirse
con éI, maIdita zorra?
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Bien, ¿ cree que se trata de Ia
misma mujer?
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Sí. Esa voz me suena de aIgo.
¿ A usted no?