:34:00
Sentado afuera, echando un ojo
a las mamitas en la playa.
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La playa va a estar sabrosa.
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Marzo, hermano, en Tennessee.
Oliendo los pinos.
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Oliendo a la muchachita
de río abajo.
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¡Qué maldición!
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Oye, Taylor.
¿Cuánto te falta?
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- ¿Trescientos y qué?
- Treinta y dos.
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Trescientos treinta y dos días.
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Sin loy, muchacho.
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Yo ni me acuerdo
de cuando andaba por 332, amigo.
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Tienes que contar al revés,
es decir, ya pasaron 40 días.
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- Piensa positivo, viejo.
- Oye, Taylor.
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¿Y cómo coño llegaste aquí?
Te ves educado.
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- Me ofrecí voluntariamente.
- ¿Que hiciste qué?
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Me ofrecí voluntariamente.
Dejé la escuela.
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Les dije que quería combatir
en la infantería, en Vietnam.
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- ¿Estás en esta mierda voluntariamente?
- ¿Puedes creer eso?
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Hay que ser un imbécil
para dejar la escuela.
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No tenía sentido.
No estaba aprendiendo nada.
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Pensé, ¿por qué los chicos pobres
tienen que ir a la guerra...
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y los chicos ricos
se libran?
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Ah, ya veo.
Lo que tenemos es un cruzado.
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- Eso parece.
- Mierda.
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Para empezar, hay que ser rico
para pensar así.
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Todo el mundo sabe...
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que a los pobres
siempre los joden los ricos.
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Siempre lo han hecho,
siempre lo harán.
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Vaya.
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¿Sabes qué? Tú tranquilo,
te voy a presentar a algunas cabezas.
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¿Qué son las cabezas?