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El amor frenético y exclusivo que
sentía por Eve me quitó ese deseo.
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Me ha vuelto al verla a usted. No
la primera vez, al salir del baño,
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sino en la mesa.
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No me escucha.
¿En qué estaba pensando?
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¿En qué cree?
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En algo así como: "Que hable,
me sé la canción".
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No pienso en eso en este momento.
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¿En qué piensa?
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En mi clase del lunes por la tarde.
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¡Está fuera de la situación actual!
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No, pienso en eso
en relación con ella.
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SóIo intentaba recordar en qué
pensaba cuando le dije sí.
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¿Es transcendental?
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No, psicológico, más bien.
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¿Y bien?
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En el estado actual de mi
reflexión, que ha sido breve,
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creo sobre todo que
no pensaba en nada.
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Es decir, en ninguno de los motivos
que rigen las relaciones humanas:
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atracción, repulsa, amor, odio,
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dominación, sumisión, en fin...
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No pensaba en usted,
ni en Mathieu,
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ni siquiera en mí.
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¿Entonces su reacción
fue mecánica?
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No exactamente.
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Actué por lógica.
La lógica del número.
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La del número tres.
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"No hay dos sin tres."
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Sí, es un juego.
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También hay una relación del número
tres: el triángulo, el silogismo,
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la Trinidad, la tríada hegeliana...
bueno, no sé,
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esas cosas que definen un mundo
cerrado, que instauran
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Io definitivo, que dan
la clave del misterio...
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No me sentía guiada por una fuerza
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externa. Era por voluntad propia.
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Realmente actué por
honradez hacia la lógica.
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Podía haber dicho que no,
pero habría hecho trampa.
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"Así no vale, decía yo de niña."
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Esa también era un poco
mi motivación.
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¿Un poco?