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La médula espinal
no le llega al cerebro.
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Dios mío. Escucha eso.
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Maravillosa. ¿Dónde está Cheech?
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- Sabrá dónde está ella.
- No ha venido.
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La sustituta me encanta.
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¡Es tan natural!
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- ¿Sabéls lo de Olive?
- ¿Qué ha hecho?
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La han liquidado.
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¿Qué?
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En el muelle,
un arreglo entre bandas.
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¡Quiero hablar contigo!
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- ¿Conmigo?
- ¡Sí!
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Joe, piérdete un rato.
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¿Cómo has podido?
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Nadie hundirá mi obra.
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¿Tu obra? Ya es la segunda vez.
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Nuestra obra.
¿Olive no te asqueaba?
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- Habríamos sobrevivido.
- ¿Sobrevivir? ¿Sólo eso?
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- Teníamos una joya perfecta.
- Pero, ¿matarla, Cheech?
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- Era una zorra.
- Es un país libre.
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- Pues déjame en paz.
- No, no te dejaré.
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¿No sabes que es moralmente malo?
Es un pecado...
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Pero, ¿con quién hablo?
¡Joder!
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- La sustituta es mejor.
- ¡Eso es lo de menos!
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Te lo explicaré
para que lo entiendas.
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Ella sólo estropeaba la obra.
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La hundía.
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De acuerdo.
Pero, ¿merecía morir?
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No podías echarla.
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¿Qué monstruo inhumano eres?
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- Prefiero que te vayas.
- ¡Prefiero quedarme!
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Debes agradecérmelo.
Es cosa de los dos.
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No, yo no quería que muriera.
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No es cosa mía.
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- ¿Te importa más ella que la obra?
- Claro.
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¿Cualquier putita
puede estropear algo tan hermoso?
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- Yo también buscaba la perfección.
- No tanto.
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- Y no se mata por eso.
- Ah, ¿no?
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Mi padre adoraba la ópera,
pero si soltaban un gallo...
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- ¿Los mataba?
- Una vez, en Palermo.
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Soy artista.
Aunque no tan grande como tú.