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¡Chien, dame un abrazo!
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¡Bien, bien, bien!
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¿Cómo puedes ser tan guapa,
condenada?
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¿Te lo parezco?
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Parece que fue ayer
cuando no eras más que una mocosa...
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que me seguía a todas partes
por la cocina...
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haciéndome preguntas y más preguntas,
sin parar un solo momento.
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¡Y qué deprisa aprendías!
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Bastaba con decirte
una sola vez las cosas.
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- Estabas dotada para cocinar.
- Sí.
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Hasta que papá
me echó de vuestra cocina.
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Para que tuvieses estudios
y fueses alguien en la vida.
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¿Acaso una mujer
no puede ser cocinera?
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No empecéis otra vez, por favor.
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Oye Chien, yo creo que tú habrías
sido una gran cocinera...
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y sin embargo tu padre hizo bien
en olvidarte a estudiar...
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a tener una formación especial.
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El resultado salta a la vista,
tú has triunfado en la vida...
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y todo se lo debes a tu padre,
por haberte echado de aquella cocina.
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Tan sólo eso cuenta.
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No recuerdo que
preguntase mi opinión.
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Chien, tu padre hizo
lo que creyó mejor para ti.
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Y ahora, está casi tan viejo como yo
para pensar con claridad.
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Para él, tú eres su gran orgullo,
el mayor que nunca pudo imaginar.
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Es tozudo...
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va contra sus emociones,
no las deja salir...
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Siempre fue así.
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Algún día
tendrá que decirte lo que siente.
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Y, si no lo hace,
acabará en el hospital...
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con algo más que gases
o un dolor de estómago.
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¿ Y el cambio?
Tenía que devolverte mucho dinero.
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Piensa en la suerte que hemos tenido,
encontrando un taxi con esta lluvia.
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¡No ha puesto el taxímetro!
Ha estado intentando robarte.