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- Trasladado.
- Qué gran idea.
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Sí, bueno, mis neuronas no paran quietas.
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Tendría que ser a un lugar
en el que no volviese a molestar.
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¿Groenlandia?
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Lleva cuatro horas paseando solo.
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- ¿ Qué está haciendo?
- Está pensando.
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- Creo que le he oído llorar.
- Hasta me pidió pañuelos de papel.
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Supongo que estarás contento.
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Sí. Odia al sargento.
Seguro que ha ayudado a Thorn.
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- No.
- Esperad un momento.
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Estamos hablando de Bilko. De Bilko.
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Nadie puede con Bilko. Vamos.
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- Tiene razón.
- Se le ocurrirá algo.
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¿Recordáis cuando recibí la carta
de mi mujer en la que quería dejarme?
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- ¿Recordáis qué hizo?
- ¿ Que hicierais las paces?
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No, me consiguió otra esposa. Una mejor.
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- Sí.
- Se le ocurrirá su mejor plan.
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Pobre comandante Thorn.
Cuando Bilko acabe con él...
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- Sargento.
- Atención.
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Hola, sargento.
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- Sargento.
- Sargento, ha vuelto.
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Doberman. El hijo que nunca quise.
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Formad filas y mirad hacia aquí.
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Hola, soldados.
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Me refiero a vosotros.
Porque eso es lo que realmente sois.
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Soldados, todos y cada uno,
con un par de excepciones.
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- Tiene un plan.
- Seguro que sí.
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Quiero contaros una historia.
Había una vez un chico,
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y ese chico soñaba con manejar
una de las más sofisticadas
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redes de juego ilegal
que haya visto el ejército de los EE UU.
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- No está preocupado.
- No.
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Y el sueño de ese chico se hizo realidad.
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Pero ahora intentan arrebatarle su sueño.
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- Está preocupado.
- Qué mal.