Les Enfants du marais
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-Pero seguro que vendrá.
-¿Tú crees?

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Cuando una mujer dice quizá,
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viene seguro, pero si lo promete,
no es "quizá", es que no viene.

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-Un día tengo que leer tu libro.
-Bueno...

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¿Cuánto tenemos?
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Venga, ya te lo he dicho
tres veces.

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87 francos y 40 céntimos,
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más los huevos de la abuela.
¡Eso hemos ganado!

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Dijimos que haríamos
100 francos.

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Ése está bien despierto.
Es nuestra oportunidad.

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Pero la casa es blanca.
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-¿Y qué?
-Es la casa del banquero.

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¿Recuerdas? El senegalés caníbal
que decía Amédée.

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Yo conozco
a muchos senegaleses,

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regimientos,
y nunca he visto un caníbal.

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O entonces
es que no miraba bien.

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El banquero es como yo.
Le duelen los pies.

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¡Filósofo!
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Mis zapatillas,
mis pastillas...

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Aquí tiene, señor. Le estaba
esperando, listo para intervenir.

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¡Vaya nochecita! Tres horas de pie,
foie-gras centenario,

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champagne caliente,
viejas arrugadas...

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No puedo más, Filósofo.
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Pobre señor.
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Con las zapatillas
se sentirá mejor.

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¿Qué es ese circo?
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¡Salgan de mi casa!
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¡Fuera de aquí!
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-¿Me oyen? ¡Fuera, coño!
-¿Está loco?

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Filósofo, échalos de aquí.
¡Que no los oiga!

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¡Banania!
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Escucha, lo ha dicho por decirlo.
No te enfades, ya nos vamos.

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¡Es verdad, ya nos vamos!
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Claro que te vas,
señor rebozado en harina.

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Te voy a dar tantas patadas
en ese culo blanco

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que no podrás
volvera sentarte.


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