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¡Comandante!
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¿Qué hacemos con
estos prisioneros?
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Creo que es mejor
ir con prudencia.
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El Juez nos premiará
por nuestra fatiga.
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Diremos que vinimos
aquí de visita.
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De esta manera, tendremos
contentas a las dos partes.
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No haremos informe
y así nadie se enterará.
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"Dios nos dio manos para asir."
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-Es un dicho ruso.
-¿Estás loco?
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¿Quieres que suelte
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a esos rebeldes?
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¡En tiempos de guerra!
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¡Ay, señores polacos,
ya os enseñaré yo a rebelaros!
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Ay, nobleza canalla
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de Dobrzyn, sí,
¡ya os conozco!
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Que se empapen,
los muy ruines.
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Si queréis, querido Juez,
que no se hable de esto,
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son mil rublos
por cada cabeza.
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Juez, ésta es mi última palabra.
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Comandante, aunque lo denunciéis,
¿qué ganaréis?
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Aquí no se derramó sangre.
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No hay heridos,
sólo se comieron pollos y ocas,
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y pagarán las multas
según manda el estatuto.
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Yo no demandaré al Conde,
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-es sólo una pelea de vecinos.
-¿Ha leído el Libro Amarillo?
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-¿Qué libro es ése?
-Mejor que los estatutos.
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Cada dos palabras dice:
soga,
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Siberia,
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látigo.
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Es un libro sobre
leyes de guerra
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proclamadas
en toda Lituania.
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-Se irán abajo vuestros tribunales.
-Apelaré al Gobernador.