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¿Eres tú?
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¿Tú eres Jacek Soplica?
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Bajo esa capucha,
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vivías como un mendigo.
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Jacek Soplica, ¡un monje mendigo!
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¡Por la Divina Justicia!
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¡Y ahora...
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no escaparás sin castigo!
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Señor Rebaylo,
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ya no me asusta
la ira de la gente.
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Ahora estoy con Dios.
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Yo juré:
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quien derramó la sangre
de los Horeszko...
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Te pido,
por el nombre de Cristo
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que en la Cruz bendijo
a sus asesinos,
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que te apiades de este canalla,
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y que me escuches
con paciencia.
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Tú sabes muy bien, Gervasio,
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las veces que Horeszko
me invitaba a su mesa
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y brindaba por mí,
proclamando con el vaso alzado,
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que no tenía amigo mejor
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que Jacek Soplica.
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Si hubiera aceptado la boda,
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que felices seríamos.
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Quién sabe, a lo mejor
estaríamos vivos todavía.
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¿Y ahora qué?
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Nos destruyó a los dos.
A su hija y a mí.
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Ese crimen...
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y todas las consecuencias
de ese asesinato,
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mis sufrimientos y
transgresiones...
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No tengo derecho
a juzgarle,
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yo soy su asesino.
No le juzgaré,
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le perdono de corazón.
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Pero, ¿y él?
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Si no me hubiera
recibido así,
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quién sabe,
puede que
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me hubiera marchado.
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El mismo demonio
me llevó a la puerta.
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En seguida vinieron
los rusos.