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aunque es amada también
por la luna.
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Y a pesar de que
estas estrellas se miran,
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por más que se acercan,
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¡nunca consiguen tocarse!
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¡No sigáis!
No soy un planeta.
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Soy una mujer, Conde.
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Dejad de contarme esas tonterías.
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Os aviso,
si decís alguna palabra
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para romper mi boda,
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os juro que con estas uñas
os sacaré los ojos.
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¡No romperé vuestra felicidad!
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Tadeusz y Sofía no se sentaban
a la mesa.
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Estaban sirviendo
a los invitados.
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La costumbre era que los nuevos
herederos,
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en la primera comida,
servían a los invitados.
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¡Sofía! Tengo que consultarte
algo importante.
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Ya hablé con mi tío
y él no se opone.
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Sabes que muchas tierras
que voy a heredar por ley
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te pertenecen.
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Ahora que liberamos
nuestra patria,
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que lo disfruten también
los campesinos.
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Podríamos darles la libertad
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y hacerles herederos
de las tierras
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donde nacieron
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y trabajaron duro,
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alimentándonos
y enriqueciéndonos.
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Yo soy una mujer,
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no voy a gobernar.
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Tú serás mi esposo,
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soy joven para aconsejarte.
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Estaré de acuerdo
con lo que decidas.
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Y si por eso
te empobreces,
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te apreciaré más,
mi Tadeusz.
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Sé llevar la casa,
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vigilar las llaves.
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Verás qué pronto
aprendo a administrar la casa.
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Había muchos cimbalistas,
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pero ninguno se atrevía
a tocar con Janklel.
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Le pidieron que tocara algo,
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le trajeron el instrumento.
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El judío se negó diciendo:
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Tengo las manos hinchadas,
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he perdido la costumbre,
no me atrevo.