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Y se puso a tocar Dios SaIve aI Rey.
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No pudimos pararle.
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Tocó las tres estrofas.
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Cuando acabó...
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eI guardia parecía satisfecho.
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Le pregunté aI tipo: "¿Se convence usted
ahora de que Ie gusta Ia música?"
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Y éI dijo: " ¡Sí! "
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Así que eI chico Iogró
meter su vioIín en IngIaterra.
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Luego llegamos...
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a la estación de Liverpool Street.
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A todos les recogían adultos...
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menos a mí.
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Recuerdo estar sentada en una enorme
sala de llegadas.
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Ahí sola sentada.
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Nadie se acercó a mí, nadie se dirigió a mí.
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Creo que debí de estar sentada una hora.
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Quizá más, no sé.
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Entonces llegaron dos personas,
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que resultaron ser mis tutores...
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y se presentaron.
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Me expIicaron que vivían en LincoIn.
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No habIaban ni una paIabra de aIemán...
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y yo no habIaba una paIabra de ingIés.
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AI decir: "LincoIn", eso podía estar...
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en cuaIquier Iado.
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No conocía aqueI Iugar.
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Al despedirse, mi madre me dijo:
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"A quien sea tan amable de acogerte...
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"y darte un hogar...
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"deberás tratarla
como a una madre provisional".
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Cuando IIegamos de LiverpooI Street...
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y nos fuimos todos a Ia cama...
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por Ia noche...