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"y mi corazón sigue tan triste como antes".
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A menudo me despertaba
con Ia aImohada empapada.
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Había un jardinero...
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que quizá no entendía
por lo que estaba pasando.
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El caso es que siempre me decía:
"No te preocupes, no durará mucho".
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Y Ie creyera o no,
me hacía sentir bien oírIe decir eso.
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Y siempre me daba una fIor.
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A los pocos meses
de su llegada a lnglaterra...
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muchos refugiados,
junto con otros niños ingleses,
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tuvieron que huir al campo
con nuevas familias...
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para escapar de los bombardeos previstos
en las ciudades.
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-¿Acepta acoger a dos niños?
-Sí, acojo a dos niños.
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Dos niñas pequeñas.
Serán feIices con usted, estoy seguro.
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-Muchas gracias.
-Dos niñas muy monas, ¿verdad?
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Ninguno de los padres adoptivos
con los que viví,
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y fueron cinco,
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ninguno de ellos me pudo aguantar
mucho tiempo.
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Pero todos tuvieron la buena voluntad
de acoger a un niño judío.
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No fueron muy afectuosos que se diga.
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No me querían.
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Yo no Ies quería.
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Sin embargo, hicieron,
como digo, Io que Ia mayoría no hacemos,
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sobrecargar Ia casa,
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Ia cocina,
Ia habitación y eI saIón con un extraño.
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Mariam era un tanto distante.
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Era su forma de ser. Era cariñosa, pero...
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no me abrazaba ni me besaba.
Mi madre era justo lo contrario.
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Solía besarme no una vez...
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sino a ráfagas como una ametraIIadora.
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Pero Mariam era distante y amabIe...
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y creo que eso era Io que necesitaba...
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porque me costó...
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mucho trabajo...
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sentir que pertenecía a ese Iugar.
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Si me hubieran presionado
habría sido más difíciI.
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ÉI nunca IIoraba.
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No podía entenderIo.