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No sentía los huesos ni nada.
Lo toqué y no había sangre.
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Ya no me dolía tanto. lgual me estaba
portando como un quejica,
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que sólo era una torcedura
o algo por el estilo.
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lntenté apoyarme en la pierna.
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Sentí cómo el hueso se desplazó,
raspándolo todo.
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Entonces supe que estaba rota.
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No he olvidado la forma como me miró.
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Espanto, desesperación, pavor.
Muchas cosas en una sola mirada.
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Me preguntó si me encontraba bien.
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Le contesté que estaba perfectamente.
Luego me dije que era estúpido
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y le dije que me había roto la pierna.
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Inmediatamente pensé
que estábamos condenados...
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Estamos jodidos. Será una suerte
que salga de esta uno de los dos.
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Se me pasó por la cabeza la idea
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de que si resbalara y cayera
montaña abajo, yo podría largarme,
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dejarlo y salvarme.
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No tendría todo el lío
de tener que llevarlo en esa situación.
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Me dio calmantes.
Eran pastillas contra el dolor de cabeza.
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No hablaba de nada.
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Era como si supiera
lo que eso significaba.
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Él sabía... y yo también,
que iba a tener que dejarme allí.
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Podría haberme dicho
que iba en busca de ayuda.
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Y le hubiera dicho que perfecto,
porque no había ninguna ayuda.