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	el hombre veía al animal
como una presa de caza,
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	un objeto del que disponer
a su antojo.
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	El hombre consideraba al mundo
una fuente inagotable
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	puesta a su libre disposición.
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	Lo que hoy parece inimaginable
era entonces la norma.
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	La vida de un tigre de circo
no tenía más valor
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	que la de un pollo de granja
actualmente.
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	De vuelta al interior del palacio
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	del parque de Muang Boran,
cerca de Bangkok,
1:08:40
	con la deliciosa Stéphanie Lagarde.
1:08:42
	La joyería para animales es algo más
habitual de lo que se cree.
1:08:49
	Basta con ver mosaicos antiguos,
tapices de la Edad Media
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	y grabados para fijarse
1:08:54
	que la mayoría de los animales
de compañía de entonces,
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	ciervos, leopardos,
caballos o camellos,
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	solían ir engalanados con joyas
extravagantes y de gran valor.
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	Sin remontarnos
a tiempos tan lejanos,
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	hay muchas firmas especializadas
en joyería para animales
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	que exponen sus catálogos
en Internet, donde encontrarán
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	el collar de amatistas
con que sueña su hámster,
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	o los pendientes de oro
de 18 quilates
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	que darán un aire distinguido
a su cócker.
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	La ruta a la que alude Stéphanie
en esa escena
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	fue una ruta muy polémica en su día.
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	El primer automóvil
que llegó al templo de Angkor
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	fue el que conducía el conde
de Montancit en 1921,
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	que se quejaba de la falta
de carretera
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	para llegar a esas maravillas.
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	La Administración hizo
lo necesario en los años 30.
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	Volvemos a nuestro decorado
de Bangkok con mi tigre preferido,
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	el de la mirada glauca inolvidable.