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Jovencita, vete a tu casa y quédate en ella
hasta que aparezca el hombre adecuado.
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El hombre adecuado
nunca se acercará a nuestra casa.
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Pero no se preocupe, me las arreglaré.
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¡Carol!
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Espera un momento. Padre.
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- Por favor, ¿podría dejarme 10?
- ¿Diez qué?
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10 dólares. Está sola. No tiene nada.
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Abramos nuestros corazones. 10 dólares.
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Un momento.
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- ¿Se apaña con 5 dólares?
- No, 10.
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Carol, no me ha gustado cómo has dicho:
"Me las arreglaré".
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- Con esto podrás arreglártelas un tiempo.
- Pero, Padre...
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No pasa nada. No es caridad.
Es un préstamo.
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Gracias. Me vendrá muy bien.
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Se lo agradezco.
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Supongo que me han quedado
muchas cosas en el tintero:
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Consejos sobre esto o lo otro.
Pero no me habrías hecho ningún caso.
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Después de todo,
ya has cumplido los 18, ¿no?
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- No se preocupe. Estaré bien.
- Claro que lo estarás, Carol.
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- Me las arreglaré.
- No digas eso.
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- Vuelve por aquí alguna vez.
- Lo haré, Padre.
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- Adiós.
- Adiós, Carol.
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¡Eh, colegas!
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¿Por qué estamos esperando aquí?
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¡Sí!
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- Porque se lo prometí a O'Malley, por eso.
- ¿Por qué?
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- Porque lo digo yo, ¿vale?
- ¡Eh, colegas! Mirad.