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No me lo puedo creer. ¡Neddy!
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No me lo puedo creer. ¡Neddy!
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¡Cuán hermosos son tus pies en
las sandalias! ¡Oh, hija de príncipe!
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Seguro que anoche
bebiste demasiado.
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- ¡Qué alegría nos da verte!
- Oh, Neddy, te echábamos de menos.
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Siéntate y cuéntanos cómo te va.
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- ¿De dónde venías?
- Andaba por aquí.
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Se me ocurrió pasarme por aquí
a nadar con vosotros. Fijaos qué agua.
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- Y mirad qué cielo.
- Sí, tú míralo.
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Me parece que todos
bebimos demasiado.
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Yo creo que fue el ron.
Bebí demasiado ron.
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- ¿En qué fiesta?
- La nuestra.
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- No te perdiste nada.
- El típico fiestón del sábado.
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Los mismos chistes, las mismas caras...
No conocemos tanto que ni coqueteamos.
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- Yo habría coqueteado contigo.
- Prácticamente eres nuevo.
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- ¿Qué tal todo? ¿El verano, bien?
- Sí, genial.
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Venga, ¿nadamos un rato?
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Es bueno para las resacas.
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¿Qué te hace pensar que
tengo resaca?
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- Te echo una carrera.
- No, por favor.
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- ¿Qué me dices tú?
- ¡Ni hablar!
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Relájate, Neddy.
Tómate una copa. Venga.
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- Siéntate y cuéntanos algo.
- ¡Ned!
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¡Stu Forsburgh!
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¡Stu Forsburgh!
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- ¡Ned Merrill! ¿Cómo estás, amigo?
- Nunca he estado mejor.
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- Cuánto me alegro de verte.
- ¿Qué haces tú aquí?
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De visita.
Pasamos 3 días en Cabo.
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- ¿Cómo está Lucinda?
- Genial.
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¿Y las niñas?
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Creciditas. Y guapas, Stu.
Preciosas diría yo.
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¡No sé cómo te las apañas!
Pero, no has cambiado una pizca.
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Y tú, ¿de dónde has sacado esto?
¿Por qué estáis todos vestidos?
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Tenemos que coger el avión.
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- ¿Vas a coger un avión ahora?
- Hay que volver a la tienda.